En
un instituto de Educación Secundaria, el profesor encarga a algunos alumnos la
tarea de elaborar un discurso para leer como clausura de sus estudios en la
formación obligatoria. El resultado no es lo que ellos esperaban; se dan cuenta
de que los alumnos tienen una visión de la escuela y de la educación que no
coincide para nada con lo que ellos pensaban.
Para
los alumnos lo que se enseña en la escuela no es realmente importante, ya que
lo verdaderamente importante, lo que necesitan aprender para poder encontrarse
con la vida el día de mañana y enfrentarse a las dificultades, eso no se
enseña. Priman los contenidos curriculares sobre los valores humanos que nos
ayudan a desarrollarnos como personas.
La
base de la educación es la evaluación. Los alumnos son números. A los
profesores sólo les preocupa la calificación final del alumno, dejando a un
lado si ese niño estudia o no, si aprende o no. No se tiene en cuenta el
proceso sino el resultado. Como consecuencia, esto lleva a los alumnos a
alejarse unos de otros y a competir entre ellos por alcanzar la nota más alta.
Los
profesores se niegan a dejar que los alumnos lean en público su discurso ya que
en él se dicen cosas ofensivas y molestas hacia el sistema educativo que consideran
como una falta de respeto. Esto lleva a pensar que expresar lo que uno piensa,
las opiniones que uno tiene, es faltar al respeto.
Las
ideas expresadas en la redacción de los alumnos son fruto de muchos años de
experiencia en el sistema educativo. Ante esto surge la necesidad de plantearse
que quizás la orientación que se está dando a la educación no es la que
realmente los alumnos esperan y necesitan.
Los
maestros no conocen a los alumnos, simplemente se limitan a instruirles y
dotarles de conocimientos que precisan un aprendizaje memorístico nada útil ya
que pasado un examen todos esos conocimientos se desvanecen.
Existe
la idea de que para ser alguien en la vida es necesario tener una carrera, un título,
cuando eso no es lo más importante. Hay una formación en valores, unos
principios que están por encima de cualquier carrera universitaria. De nada nos
sirve ser el mejor de nuestra promoción si no tenemos una formación humana que nos
ayude a defendernos de manera independiente en la sociedad en la que vivimos:
esa formación no aparece en los libros de texto, esa formación es la que se
tiene que enseñar en la escuela.
Más
allá de la estructura de la escuela hay un mundo al que vamos a salir una vez
terminada la escolarización. Un mundo en el que vamos a tener que movernos sin el
apoyo y la protección del maestro. Por eso, el profesor nos tiene que enseñar a
vivir en sociedad, a elegir, a tomar decisiones, a ser independientes.
Cumplimos
expectativas impuestas por nuestras familias. No importa qué opinamos, qué
sentimos, qué pensamos, qué queremos hacer; importa lo que ellos quieren que
seamos. Piensan y deciden por nosotros.
Por todo esto podemos decir que “La educación tiene que avanzar, tiene que crecer, tiene que cambiar”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario