Está
claro que algo en la educación ha cambiado. La relación familia-profesor-alumno
parece haberse invertido.
Antiguamente
el profesor era una figura respetada, apreciada y valorada. Tenía un rol y un
poder sobre los alumnos que le situaba en una posición por encima de ellos. La
responsabilidad del aprendizaje era conjunta entre profesor y alumno pero los
padres estaban del lado de los maestros, es decir, si un niño suspendía la madre
tomaba medidas que afectaran a su hijo. Nada de lo que ahora se escucha
constantemente como que “El profesor me ha suspendido porque me tiene manía” o “El
profesor me ha suspendido porque me odia” tenía sentido en épocas pasadas.
Actualmente
ocurre todo lo contrario. Los padres están de parte de sus hijos. Cuando un
niño suspende, inmediatamente solicitan hablar con el profesor para ver por qué
ha suspendido a su hijo. Consideran que el niño no tiene parte de
responsabilidad en ese proceso de aprendizaje y, mientras tiempos atrás ante un
suspenso el padre castigaba a su hijo seriamente, hoy día se le consuela
haciéndole un regalo y dejando que todo siga como hasta ahora.
En
gran parte este cambio de actitud de las familias puede deberse a que los
padres fueron educados en una disciplina muy estricta y, queriendo evitar esa
forma de educación para sus hijos, toman un camino opuesto pero extremo ya que
a niños de educación primaria no se les puede dar libertad absoluta a la hora
de decidir puesto que no se les ha enseñado aún a hacerlo. Es bueno y, desde mi
punto de vista, necesario educar en libertad, pero dentro de unos límites y
enseñando y aconsejando a los niños a hacer un uso adecuado de esa libertad.
¿Quién
es el responsable de que un niño apruebe o suspenda? ¿El profesor? ¿El alumno?
¿La familia?
Sinceramente
pienso que no se trata de que haya un único responsable sino que es un proceso
conjunto en el que docentes, alumnos, padres y demás miembros de la comunidad
deben contribuir y poner todo de su parte para que la educación salga adelante
y produzca resultados satisfactorios.
No consiste en aprobar o suspender, eso es lo de menos, aunque actualmente se ha convertido en lo principal. Consiste en aprender, en fomentar aprendizajes significativos que ayuden a los a niños a desarrollarse como personas humanas y que les permitan desenvolverse de forma independiente el día de mañana en la sociedad a la que van a llegar una vez cursada la enseñanza obligatoria.
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